"Tonya, cien por ciento estadounidense" Crítica: I Tonya. Craig Gillespie, 2017
- Ángela C.
- 18 may 2020
- 3 Min. de lectura

Tonya Harding es una ex patinadora estadounidense, nacionalidad que muy bien sabe representar, que fue reconocida no sólo por sus triunfos deportivos sino también por escándalos que la relacionaron con el ataque contra Nancy Kerrigan previo a los juegos olímpicos de Invierno de 1994. I, Tonya es su película biográfica y se desarrolla entre drama y comedia retratando su infancia, su camino hacia el triple axel y las consecuencias que le dejó ‘el incidente’.
Con una notable construcción de guion, a través de entrevistas, imágenes de los hechos y justas dosis de humor negro el director Craig Gillespie recrea la trágica situación que vivió Tonya a través de un mockumentary donde ella, su madre, su ex esposo y otros personajes relacionados con ‘el incidente’, cuentan sus versiones de aquel suceso que la puso en el ojo del huracán.
Una estupenda interpretación de Margot Robbie muestra una mujer golpeada por la vida, violentada por su madre, su esposo no hace la diferencia, sin mejores noticias por parte de sus jueces calificadores que se basan en parámetros más allá del patinaje y finalmente por el público que al momento del gran salto se rinde ante ella pero luego la convierten y consumen como un producto sensacionalista, muy al estilo estadounidense.
Y es que Tonya nació con un talento especial para patinar pero las condiciones que la rodeaban no la dirigían a tener éxito. Desde niña su dura madre descubrió esta destreza, su única buena acción, ella con su disciplina y empeño por no aceptar ese destino que la vida le otorgaba fue superando a las otras niñas, resaltando no solo con sus habilidades sino con su personalidad y estilo, muy diferente del esperado de una patinadora artística. A pesar de ser calificada siempre por debajo de las demás, Tonya empieza a encaminar su vida a su favor y es así como los sorprende a todos: detractores, madre, competencia, público y prensa tienen que aceptar que aquella mujer irreverente, que no cuenta con esa distinción tradicional, completó el primer salto triple axel en su país y en este punto de la narración donde todo puede parecer predecible y cercano a una historia de superación la realidad de Tonya supera la ficción.

Para quien no conoce el suceso real previamente, como fue en este caso, la película puede ser amena e indescifrable, se puede pensar que para los que saben en qué culmina no se adentrarán tan fácilmente en ella, aunque el director consigue mantener la tensión, pero es otro elemento con el que el espectador puede encontrar razones suficientes para quedarse y es la actuación. Robbie interpreta a Tonya desde su adolescencia hasta sus 40 años, se le ve triunfar, fracasar, sufrir, resistir y en cada escena ofrece una representación impecable, incluso rompiendo la cuarta pared su personaje no se pierde y evoluciona de manera coherente. Por otro lado está Allison Janney como LaVona, la mejor interpretación de la peor madre que se pueda tener. Janney mantiene una frialdad y una expresión que hace que hasta el espectador más conocedor le crea cuando engaña a la misma Tonya.
Entre otro de los elementos resaltables del filme se puede hablar del trabajo conjunto entre montaje y manejo de cámara. Es una cinta que mezcla reportajes y los hechos en sí y esto además del texto se percibe a través de los encuadres y formatos, el metraje se siente dinámico acorde al tipo de historia que no se queda en el drama mismo de lo real sino que apunta hacia la comedia, vale mencionar que en gran parte el ritmo se marca con un notable trabajo de movimientos de cámara, sobre todo en las presentaciones de patinaje que por medio del travelling acompaña a la par a la patinadora, cuando ella gira hacia un lado y la cámara la recorre hacia el lado opuesto, persigue sus movimientos haciendo que las escenas se vean fluidas y a la vez alcancen a capturar la belleza del deporte.
I Tonya no busca ser la mejor película, su intención además de dar otra visión de una historia sensacionalista, busca entretener, sobre todo a un público norteamericano. La protagonista es la representación perfecta del estereotipo estadounidense, sabe usar armas a la perfección, luce un atuendo de vaquera mientras fuma unos Marlboro. Se nota en su banda sonora que además de recrear épocas hace que la narración se sienta ligera y divertida a pesar de la complejidad de lo que sucede. El propósito entonces se va en cuestionar aquellos momentos en los que la prensa llenó los tabloides con su imagen, contando otra versión pero finalmente buscando entretener a los espectadores y en este caso logró su objetivo.
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