“Alemania Año Cero” Crítica: Germania Anno Zero. Roberto Rosellini, 1948
- Ángela C.
- 12 ago 2017
- 2 Min. de lectura
Es innegable el valor de un director al realizar una película en medio de un país destruido y sobre todo si esta película habla sobre esta destrucción. Germania Anno Zero es la segunda de la trilogía neorrealista de Rosellini (Roma Citta Aperta, Paisá) en la que nos ubica en aquella Alemania de la posguerra, desolada, sórdida y triste donde predomina el hambre y la miseria.

Edmund es un niño de 12 años que a su corta edad es quien lleva la comida a su hogar, si es que así se le puede llamar a ese espacio diminuto donde comparten con unos vecinos faltos de empatía. Allí habita su padre, un hombre anciano y enfermo, su hermana que gracias a su dudoso trabajo ayuda a compensar la carga y su hermano ex soldado nazi que a través de su cobardía hace resaltar el gran valor del pequeño que ciertamente ha tenido una madurez prematura para lograr que su familia pueda sobrevivir la miseria que ha dejado la guerra.
La cinta, que se filmó durante el verano de 1947 en una Alemania en ruinas, retrata una niñez arrebatada, no sólo en Edmund sino en todos los niños que están a su alrededor, éstos ante su falta de oportunidades no encuentran más opción que el engaño, el robo y la prostitución. Los que tratan de ser honestos son abusados de manera tal que es inevitable como espectador no sentir la impotencia que el director genera.
Durante su búsqueda el joven Edmund pide ayuda a su exprofesor, un personaje que tiende más hacia la pedofilia que hacia la pedagogía, se ve claramente en su manera de acercarse y tocar al niño. Sus consejos, por el contrario, atraen más problemas al pequeño. Como en aquel momento en la que el niño debe vender un disco que contiene un discurso del tercer fuhrer. En una escena absolutamente impecable donde se reproduce la voz de Hitler bajo las ruinas, mostrando la ironía de lo escuchado con lo que se ve, pero además como pareciese que él estuviese recitando su discurso en vivo.
Es este entonces un filme obligado para todos, cinéfilos y no cinéfilos, es una joya del séptimo arte, permite entender las situaciones de la posguerra a través del neorrealismo. Nos muestra escenas en las que el mismo discurso da cuenta de lo que se trató el pensamiento nazi, donde el más débil debe morir por el simple hecho de ser débil, como se lo dice el profesor a Edmund, generando que éste lleve sus acciones hacia un final tan frío y miserable como la guerra misma.
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